Mucho (Sala Julio Míchel, Segovia, 02-03-2019)

«Jamás volverás a ver un concierto así». Con este anuncio tan atrayente se presentó la esperada visita de Mucho a la sala Julio Míchel. La noche después de que Lázaro entrara hasta el fondo de los corazones de todos los que apostaron por la buena música en sesión doble, otro enamorado del Winter Indie City, como es el artista catalán infinito Martí Perarnau IV, preparó un espectáculo que prometía ser único e irrepetible. Una «one night only» de las que harían historia.

Por fin se abrieron las puertas del local y cada cual procuró ocupar sus asientos preferidos. En el centro del escenario, dos mesas con ordenadores portátiles y varios aparatos llenos de botones y teclas, de los que colgaban multitud de cables. El que entienda del tema sabría definir mucho mejor toda aquella parafernalia montada. La verdad es que impresionaba. De todas maneras, cuando las luces blancas de la sala se apagaron para dejar su lugar a las de colores, tanto los sabios como los profanos se olvidaron de toda la teoría y se centraron en las dos personas que iban a ocupar los huecos entre los aparatos.

A escena salieron Martí Perarnau y Víctor Valiente, guitarrista en grupos como Mi Capitán y Sidonie. Ambos se colocaron ante las mesas, frente a frente, como en un duelo del Oeste. ‘DJ Perarnau’ y ‘DJ Valiente’ estaban «in da house», respondiendo así a la pregunta que formula el título de su nuevo disco,«¿Hay alguien en casa?», sin duda uno de los mejores álbumes de lo que llevamos de 2019, y a la vez el más personal de los creados por Perarnau.

De esta forma se cumplía con la profecía que vaticinaba que la venida de la Nueva Música iba a tomar forma durante aquella particular sesión libre en La Cárcel, en la que se interpretaron las canciones del último trabajo de Mucho, además de un par de clásicos (ninguno más, como así avisó Perarnau) como fueron «El león de tres cabezas» y «Fue». Efectivamente, el concierto fue un regalo imposible de repetir, como la estatua que se esculpe y después se rompe el molde que la contenía.

Martí y Víctor estaban pasándoselo (y haciéndolo pasar a la gente) tan bien que se les echó el tiempo encima. Así, tras una hora seguida frente a las mesas de mezclas, colando en el repertorio melodías de Michael Jackson como «Thriller» o «Beat it», y sin bises, la canción elegida para cerrar el concierto fue «Putochinomaricón».

Las caras, mezcla de felicidad y asombro, de la gente al salir de la sala eran totalmente transparentes. Tuvo que pasar un tiempo para asimilar lo que se había vivido allí. Como cantan Love of Lesbian, está claro que «nadie más lo entenderá. Solo los que allí estuvieron sonreirán».

FOTOS: David López Prieto

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