Nick Moss Band (Sala Julio Míchel, Segovia, 02-06-2019)

¿Cómo se puede cerrar el Winter Indie City como se merece? Pues llamando al mejor bluesman de Chicago para que venga a tocar a Segovia, acompañado por una banda compuesta por cuatro maestros de la armónica, los teclados, la batería y el bajo. Y de esta manera, guardándose para el final un postre dulce, fino y exquisito, acabó este festival tan «asquerosamente independiente» que no le importa tener en su nombre la palabra «invierno» aunque llegue casi al verano.

Así, la Sala Julio Míchel, que se ha convertido en sede oficial del IX WIC, acogió el domingo a la Nick Moss Band, en su segunda visita a Segovia. Esta formación está liderada por la imponente figura de Moss, considerado uno de los mejores guitarristas dentro de los circuitos de blues norteamericano. Un hombre grande en todos los sentidos, bendecido con dos dones que destacan por el cantar con sentimiento y sentir con las canciones; y el saber tocar la guitarra como a un ser vivo, canalizando la energía de sus cuerdas, vocalizando su música, acariciándola como si se fuera a romper en pedazos, y sacando unos sonidos que dejaron al público con una sonrisa que era mezcla de placer y admiración.

Pero si el de Chicago convertía el virtuosismo en algo natural, tocando como si respirara, con una sencillez propia de los genios, el resto de la formación no se quedó atrás. El otro frontman de la banda, Dennis Gruenling, hizo de la armónica una prolongación de su garganta y de su corazón, participando como vocalista principal en varias canciones. Patrick Seals a la batería; Taylor Streiff a los teclados; y el brasileño Rodrigo Mantovani al bajo completaron la banda.

Nadie en la sala dejó de mover los pies y/o la cabeza en ningún momento del concierto, atrapados por el ritmo de una música pura y auténtica. Bueno, para ser exactos, ya con el ambiente totalmente rendido al blues, hubo una canción que hizo parar a los relojes. Un tema que acarició una a una a las personas que, desde las butacas miraban boquiabiertos cómo unas notas diminutas susurraban sentimientos en un idioma que todos entendían. Porque el blues, recordemos, es melancolía. Tras este interludio de tranquilidad, de nuevo las extremidades de los presentes volvieron a moverse al ritmo de canciones que invitaban a ponerse de pie y echar unos bailes.

Algo que también quedó claro fue que en la Nick Moss Band todos tienen protagonismo. Por ello, cerca ya del final del concierto Moss y Gruenling se retiraron del escenario para dejar que el teclista, el bajista y el batería gozaran e hicieran gozar al público con unos solos que fueron motivo de ovación general. Si bien son comunes los solos de batería y teclados en este tipo de actuaciones, Mantovani demostró que con el bajo se pueden hacer maravillas, dándole una vida que solo pueden conseguir unos pocos elegidos.

La actuación transcurrió como un huracán benévolo. El público salió de la sala agitado por dentro, resoplando, pero sonriendo por sentirse unos privilegiados después de haber sido testigos de un concierto al que a nadie le hubiese importado que durase hasta la eternidad.

FOTOS: David López Prieto

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