Sinfonía del Paradysso
El pasado sábado 24 de febrero tuvimos la especial suerte de vivir una experiencia única hasta ahora en el gran Palacio de congresos de Madrid. Llegamos a las 8 de la tarde y nos encontramos una gran cantidad de gente (más de 2000 personas), deseando ser testigos de un concierto del que poca información tenemos. Apenas sabemos que será “una vuelta de tuerca” al disco Paradysso (2002) que tantas satisfacciones y alegrías dio a este grupo español.
Una sala llena de butacas nos espera sin saber muy bien que veremos y escucharemos. Los fotógrafos, perdidos en los laterales de la pista, pensando cómo será todo, ya que estamos a la misma altura que los espectadores de la primera fila y parece todo un poco caótico.
A las 21h, expectantes, el grupo parece que se hace de rogar, pero unos minutos más tarde, la sala queda a oscuras, el escenario se enciende mostrando la imagen de una catedral y una grave voz comienza a hablar, mientras por las escaleras de la sala vemos bajar a una formación encapuchada de personas con togas negras. O.C.A.S (Orquesta de Cámara de Siero) hace patente su presencia en el concierto. Ahí es cuando pensamos: ¡Menudo espectáculo vamos a presenciar!”.
Los músicos toman asiento al lado de sus instrumentos y comienzan a tocar una “intro” mientras los componentes de Sôber comienzan a aparecer. En primer lugar Antonio Bernardini (guitarra) seguido de Jorge Escobedo (guitarra) y Manu Reyes (batería). Y con una gran energía y una sonrisa aparece Carlos Escobedo (bajo) para comenzar con la canción “Animal” con la que toda la sala comienza a vibrar por la fuerza que caracteriza a esta formación y por la gran complicidad con la sinfónica.
Una servidora, siendo sincera y tal como le preguntó a Carlos en una entrevista previa, tenía dudas de la “integración” que podría tener la sinfónica con el estilo cañero y potente de Sôber. Pero mis dudas empezaron a disiparse rápidamente, cuando, una vez terminada esta canción, dieron paso a “Reencuentro”, otra mítica canción que destaca en el disco Paradÿsso. He de resaltar, que se nota mucho el esfuerzo e ilusión que han puesto, tanto los componentes de O.C.A.S como el propio grupo Sôber, para que todo estuviera en consonancia y en armonía.
En la tercera composición de la noche, nos sorprenden con “Blancanieve” (Letargo 2014), con una puesta en escena magnífica y mágica. El fondo del escenario se convierte en nieve y la sinfónica, toma un papel fundamental, en la que nos transportan a un mundo aparte.
Seguimos con un montón de canciones más, “Eternidad”, “Lejos”, “Náufrago” (Superbia 2011), “Cápsula”, “El viaje” (Vulcano 2016), “Hemoglobina”, “Hombre de Hielo” (Reddo 2004), “Vacío” (Synthesis 2001) y “Paradysso”, con un Carlos Escobedo lleno de energía, muy agradecido e ilusionado con este nuevo proyecto tal como muestran sus palabras, y tras 12 canciones, es momento de un descanso, en el cual es el escenario queda desierto.
La sala comienza a pedir su famosa canción “Diez años”, pero el grupo no parece atender peticiones y nos descubren una fabulosa interpretación de “Estrella polar” (Vulcano 2016), “No perdones” y “Arrepentido”, acabando con las presentaciones de las personas importantes del evento y dando gracias repetidas veces por la gran afluencia de gente, y el escenario vuelve a quedar desierto.
Y cuando pensábamos que todo había acabado con un sabor agridulce por la falta de algunas canciones de Paradyso, vuelven a aparecer los héroes de esta noche, culpables de hacernos vibrar, llorar y sonreír para tocar los últimos tres temas: “Superbia” (Superbia 2011), “Mis cenizas” y la esperada “Diez años”.
Como resumen de esta noche, dieciocho canciones, en las que se nota el trabajo y la ilusión por juntar dos mundos (para muchos completamente diferentes) como son el metal/rock y la música sinfónica, el aprendizaje autodidacta de un grupo (Sôber) y la dura preparación durante años de una gran orquesta (O.C.A.S). Esperamos ansiosos la salida de este nuevo disco, reedición de Paradÿsso, que nos promete transportarnos de nuevo a la magia que todos pudimos sentir la noche del 24 de febrero.