Dream Wife (Rough Trade NYC, Brooklyn, NY, USA, 01-05-2018)

Rough Trade es algo más que una tienda de discos. Configurada bajo un concepto que engloba vinilos, cds y hasta un fotomatón, tiene como objetivo complementar tu experiencia de compra de discos con un espacio para exposiciones, firmas y, en el caso de su franquicia americana en NYC, con una joya en forma de sala de conciertos en la que a diario se rifan presencia artistas emergentes. 

Ubicada en el barrio hipster de Brooklyn, Williamsburg, en esta gran nave no solo encuentras cualquier disco nuevo o usado, también puedes tener nuestra suerte y descubrir en directo uno de los nuevos nombres del Reino Unido a tener en cuenta: Dream Wife. 

El trío femenino, formado por Alice Go (guitarrista) Bella Podpadec (bajista) y Rakel Mjöll (cantante), volvía a América con un proyecto musical, nacido hace apenas un par de años en la escuela de arte, y todo un LP bajo el brazo, el homónimo “Dream Wife”. 

Pasadas las 10 de la noche (y tras los shows de Surfbort Wooing), la trastienda de Rogh Trade era un hervidero íntimo de gente que reclamaba la presencia y, sobre todo, la actitud de la banda en el escenario. Así fue como minutos después una dulce y agresiva Rakel irrumpió desafiante y bastante punk bajo una imagen milimétricamente cuidada. Una fórmula que funcionó en directo desde el primer arranque gracias a los riffs de guitarra y al acople perfecto de voz en «Hey Hearbreaker«, pero lo mejor estaba por llegar. 

Nos hicieron falta solo un par de temas para descubrir a una vocalista tan suave como provocadora a la vez, que unas veces canta y otras frasea, como si de la lectura de algún manifiesto se tratase. Hablamos de ese poder sobre el escenario capaz de crear un proyecto de arte ecléctico a través de una batería potente y un bajo que, intencionadamente, se comporta como guitarra distorsionada. Una combinación llena de urgencia que también deja espacio a temas más eminentemente pop (“Fire«, «Kids”), donde los pegadizos coros pasan de una melodía a otra anulando tu voluntad y llevándote sin ser muy consciente a su terreno. Sí, en poquito tiempo, Dream Wife nos reclutaron para su causa. 

A medida que el concierto avanzaba, las reivindicaciones tomarían el protagonismo: la lucha contra el machismo, el patriarcado, ruptura de tabúes sexuales. Todo ello edulcorado bajo la sonrisa dulce y sensual de la cantante, una estrategia orientada a hacerte bailar a su compás y por la que sientes necesidad irrefrenable de tomar cartas en el asunto. 

Esta tendencia reivindicativa fue la que marcó uno de los momentos memorables de su concierto en Williamsburg: “Somebody”. Para ese tema, Rakel se afanó en pedir la colaboración en primera fila de todas aquellas que estuvieran dispuestas a corear a gritos su lema y parte central de la canción: “I am not a body/ I’m somebody«. Cerrando los ojos, no costaba imaginarla cambiando su micrófono por un megáfono y convertida en cabecilla de una manifestación feminista. 

Especial mención a la energía que logró la sala con un himno que trata con crudeza las agresiones sexuales. “Compórtate como quieras comportarte y no vivas con el miedo a que alguien te haga sentir mal por cómo eres«. Toda una declaración de intenciones, una demostración de conciencia y una invitación a descubrir que lo que hace esta banda va más allá de lo meramente sonoro, ya que hay que hay un trasfondo mucho más profundo y rico.  

En la misma línea, pero algo más bailable, sucedería el pop de “Act My Age«, energía magnética para activarnos tras el modo repetitivo en el que nos había sumido su predecesora, la prescindible «Right Now«. 

Un setlist compuesto con tan solo 12 temas, la totalidad de su primer trabajo, que reservó para su cierre dos trallazos que bien pueden ser considerados himnos punk. Y es que Dream Wife no andan nada lejos de las riot grrrls clásicas, de Bikini Kill o L7 (o de sus compatriotas Elastica, por el lado más pop). 

El primero, «F.U.U» (Fuck U up) sorprendió en primeros acordes con su letra machacona y latigazo sónico, donde la distorsión de guitarra fue la encargada de desatar su lado más salvaje al reivindicar su derecho a ser unas «bad bitches». Al fin y al cabo, ellas habían venido a Brooklyn para disfrutar, sin importar las expectativas ni los resultados, ésta era su fiesta y como tal ellas hicieron y deshicieron a su antojo.  

El punto final del bolo corrió a cargo de «Let’s Make Out” (¿cómo es posible que en apenas tres minutos te sientas abducido ante semejante dinámica de pausa y subidón?). Incontrolable y desinhibida energía a través de unos gritos frenéticos que nos cautivaron con regusto al mejor grunge de los 90 (Hole o Veruca Salt tampoco andaban muy lejos). De manera intencionalmente imperfecta y un desmadre marcado a base de ritmos y letras, despidió su noche neoyorquina. 

Un grupo que nace de un juego adolescente y que da luz a un proyecto repleto de Influencias glam rock de los 70, himnos punk, grunge de los 90 o pop más actual, pero que sobre todo cree en la improvisación y en unas poderosas letras que defienden unos ideales sobre los que orbita todo el proyecto. 

No son perfectas, pero tampoco lo buscan. Eso sí, la fórmula resulta muy convincente y altamente adictiva. Con semejante directo, no nos extrañaría empezar a verlas “reinando” en los lineups de festivales estivales. Hagan sus apuestas.