El segundo disco de Indomable, es un pequeña joya para disfrutar sin prisas en un plato de tocadiscos o en un acogedor local de conciertos
En esta época de trovadores renovados donde se subestima el valor de la insistencia y donde hay que trabajar en el mundo de la Música con pico y pala para conseguir ser escuchados, aparecen cantautores Indomables, orgullosos de su trabajo y de sus orígenes, sin complejos en sus letras, y con un hermoso sentido de la estética, que a los que nos gusta la música y los cuentos con final feliz, me apetece gente como Arturo Rodríguez y su proyecto Indomable.
Incondicional e imperfecto hace 3 años, y Eterno telonero desde entonces, en su segundo larga duración publicado hace apenas unas semanas, hay una evolución hacia el folk psicodélico, la música de autor abstracta (pero identificable) de cualquier garito de carretera, con un regusto por el Jazz de club, un toque Pop que aspira a ser inmenso, y con una guitarra acústica que quiere ser roquera.
«El eterno telonero» tiene 10 canciones. Las justas para un LP como siempre. Canciones a priori sencillas, pero que al analizar tras un par de escuchas, descubres el lado retorcido de su realidad, la mala hostia que se expulsa bajo delicados acordes y palabras ordenadas. Canciones con melodías de cantautor perdedor que se regodea en su melancolía, con aspiraciones quizás perdidas, pero conformistas. Al fin de cuenta, eres telonero, aunque sea para siempre, al mirar la vista atrás, algunos te envidian por serlo.