Cuando la tarde del domingo se convierte en noche la gente suele deprimirse ante la inminente llegada del lunes. Para muchos, su único consuelo es ver el último partido de fútbol de la jornada, con el peligro que conlleva el hecho de que tu equipo pierda, lo cual hace que despidas el fin de semana aún más triste.
Por ello, gracias a la contínua labor a favor del bienestar de la sociedad que el Winter Indie City lleva realizando en los últimos años, existe una alternativa saludable para que las últimas horas dominicales se conviertan en el mejor momento de la semana.
La fiesta que se preparó ayer domingo en la sala Julio Míchel fue inolvidable. La música fue de nuevo la culpable de llenar el que se está convirtiendo poco a poco en el templo del blues en Segovia, donde James Armstrong regresó a sus 62 años para brindar un espectáculo único con canciones de su último disco «Blues been good to me» y con versiones muy personales de clásicos del género. Todo ello acompañado por dos maestros como James Carter a la batería y Jim Alfredson al órgano Hammond.
Tras una ligera introducción instrumental, que sirvió para que la gente empezara a relamerse de gusto, Alfredson pidió alargar el aplauso para recibir al músico nacido en Los Ángeles, apareció desde el fondo del escenario andando despacio, agarrado a su querida guitarra y cubierto por un sombrero que aguantó sobre su cabeza toda la noche, no así su chaqueta. Y es que el calor que desprende el blues por quien lo toca y quien lo goza es una sensación extremadamente placentera, como así explicó el californiano. No es de extrañar que su nuevo trabajo se llame ‘El blues ha sido bueno conmigo’.
Desde la primera canción Armstrong no dejó de interactuar con el público, narrando anécdotas e historias personales. Primero quiso dejar claro que el blues (a pesar de significar ‘tristeza’) le ha acompañado y lo sigue haciendo en los momentos más felices de su vida, por lo que tenía muchas ganas de volver a Segovia para compartir esta alegría.
Pero James Armstrong no es un bluesman al uso, ya que por sus manos y su voz se transmiten varios estilos musicales diferentes. No en vano confesó que le hubiera gustado ser como Jimi Hendrix, pero que se siente muy orgulloso de haber podido tocar de todo. ya fuera rock, soul, r&b o lo que se pusiera por delante. De esta forma, el repertorio que trajo a Segovia fue muy variado, y cada canción estuvo acompañada por una vivencia del cantante, como ‘Grandma´s got a new friend’, donde cuenta cómo tuvo que ganarse la confianza del nieto de seis años de su nueva esposa para que no dejara de caerle mal.
En cuanto a ‘Waiting on the world to change’, se tomó como un canto de esperanza, deseando que el «tipo que vive en la Casa Blanca» deje de ser el presidente de los Estados Unidos. «La gente tiene que ser buena con la gente, y este tipo no lo es», afirmó el cantante.
Pocos músicos se involucran tanto con el público en sus conciertos como James Armstrong. Así, no dudó en salir del escenario un par de veces para acercarse a la grada. Incluso dos afortunados tuvieron la oportunidad de agarrar la púa y tocar unas notas de su guitarra. Otra de las sorpresas de la noche fue ver al batería James Carter acomodar el micrófono para cantar ‘Sweet home Chicago’ (creada por Robert Johnson en 1937), el himno oficioso de su tierra natal, vivero de grandísimos intérpretes de blues y soul.
También hubo un lugar muy especial para los clásicos. Y es que el haber compartido momentos con genios del blues como John Lee Hooker o B.B. King fue algo importante para la carrera del californiano. ‘Boom boom’ (Hooker); ‘Hey Joe’ (Hendrix); ‘The blues is alright’ (o ‘el blues está bien’, traducido como guiño a sus seguidores de España), de Little Milton; o ‘Addicted to love’, de Robert Palmer, sonaron en la sala segoviana para regocijo de los asistentes a esta fiesta de la música que se alargó hasta la medianoche, pero que seguro que ayudó a muchos a levantarse de la cama el lunes por la mañana con una sonrisa.
Fotos: David López Prieto