Cada vez estoy más convencido de lo provechoso que es ir a los conciertos conociendo lo más mínimo del grupo o del cantante, de su estilo y su voz. Pues bien, este sábado me reafirmé en esta postura. He de decir que los antecedentes estaban a mi favor, por lo que fui a la Sala Julio Míchel convencido de que iba a pasar un buen rato, en la segunda jornda del Prison WIC, la rama bastarda del Winter Indie City.
Por todo ello no me avergüenzo de haber descubierto tarde a Mister Marshall. Más aún, me siento orgulloso de haberles conocido ahora. Porque quien escucha por primera vez (y, además, en directo) a este trío, va a tomar prestado algo de cada canción y lo va a hacer suyo para siempre. Porque ningún tema de Mister Marshall suena igual que otro, ya que cada una de sus canciones contiene dentro de sí mismas todo un mundo de experiencias, viajes, sueños…
La gente, ávida de comparar, se preguntará, «sí, pero, ¿a quién se parecen? La respuesta es clara, «se parecen a quien quieras que se parezcan». A mí, por ejemplo, me recuerdan a Pink Floyd y a Mike Oldfield, con sus instrumentales de más de 20 minutos, y sus presentaciones épicas y cambios de ritmo, jugando con multitud de aparatos curiosos.
Pero, como he dicho, Mister Marshall suena distinto a cualquiera, porque hacen lo que les da la gana. ¿Que de ocho componentes pasan a tres? Pues se pasan. ¿Que les apetece hacer una canción sobre vírgenes y flores, al estilo mexicano? Pues se hace, y ya está. ¿Que buscan la innovación sacando a la luz un disco virtual, que solo se pudo escuchar mediante una aplicación de móvil? Pues se innova, aunque no salga bien la jugada.
Hacía el sábado justo diez años que la banda liderada por Javier Vidal pisó Segovia por última vez. Desde aquel 2013 han sucedido y han cambiado muchas cosas, pero lo que se tiene delante es lo que cuenta, y frente a ellos poblaban las butacas un grupo variado de amigos y familiares que buscaban un billete para viajar en el fantástico tren de Vidal (voz, guitarra eléctrica, teclados y sintetizador), Pablo Sotelo (batería y precusión varia) y Jorge Galaso (bajo, teclados y voz).
El espectáculo comenzó con el cantante y su guitarra casi susurrando el primer tema de la noche, «Solar abandonado», subido a la grada de la sala. Menuda forma de empezar. Después, una vez estuvieron los tres músicos asentados en el escenario, la tecnología les jugó una mala pasada, ya que repente dejó de sonar el teclado de Javier Vidal, y después pasó lo mismo con uno de sus micrófonos. Por si fuera poco, ya entrada la noche Pablo Sotelo vio cómo se desmantelaron parte de sus aparatos de percusión en pleno desarrollo de un tema.
Estas vicisitudes se quedaron en simples anécdotas, mucho más cuando los segovianos se pusieron manos a la obra e interpretaron, entre otros, temas de su disco «Antipiano Vol.I» (y sus consecuentes «Actos I, II y III»), así como «Bienvenido», y uno de sus buques insignia, una canción que merece la pena llenar todo un disco para ella sola. «Tormenta» y sus 20 minutos de drama, comedia, épica, ritmos endiabladamente románticos fue el momento de la noche. Porque mientra sonaban sus acordes, y aún con bastante concierto por delante, ya se sabía que Mister Marshall tenían mucho que contar. Y vaya si lo hicieron.











