Nacho Vegas (Auditorio Miguel Delibes, Valladolid, 10-01-2020)

TEXTO Y FOTO: GEORGE KAPLAN

¿Cuántos Nacho Vegas caben dentro de Nacho Vegas? La respuesta es evidente, uno, pero ya la simple existencia de este chaval o caballero dentro del panorama musical a 2020 es una rareza tan necesaria como deseable.

Nacho por encima de todo es romántico en su sentido más idealista. Es trágico, como muchas de sus letras, efímero y persigue lo maravilloso seguramente sin pretenderlo. El amor romántico será corto y catastrófico o no será. La comba con la que salta Nacho Vegas está impulsada por todo lo malo que nos ha pasado y por todo lo bueno que nos pasará.

¿Cuántos Kikos Sumillera caben en Nacho Vegas? La respuesta es imposible. Cien, doscientos, mil. Si la respuesta es perturbadora, la imagen de mil greñudos enamorándose en verano mientras te lo cuentan con voz introspectiva rascando una guitarra lo es más incluso.

Nacho Vegas llegaba a la Sala de Cámara del Auditorio Miguel Delibes de Valladolid cerrando su gira «Violética», y lo hace con casi
veinte personas encima del escenario. Al Coru Antifascista Al Altu la Lleva se le suman Edu Baos, Abraham Boba, Joseba Irazoki, Manu Molina, Luis Rodríguez y César Verdú.

Con la instrumental «Actos Inexplicables» y ese cuento recitado jugando con la naturaleza que es «El Corazón Helado», comienzan los más de cien minutos de concierto.

Nacho Vegas se aplica con su público la máxima de preferir un pequeño grupo de irreductibles radicales a una muchedumbre dispersa. Es por encima de todo un animal político. Sus letras, en esos temas donde toma el pulso al status quo, son ácidas, pero directas. Cuando canta «Ideología» y se pone a jugar a la anáfora hiper extendida con Abraham Boba, líder de León Benavente, un tipo que sabe bastante de eso, el mensaje de quién es el idéologo de la marca «Dios» deja un calado bonito, pero incómodo. Como cuando ves la última escena de «Midsommar» con tu madre. Pero luce. Y sabe cuando lucirse.

Si es importante ser, muchas otras veces es aún más importante aparentar. El trasfondo de un directo de Nacho Vegas es evidente, pero no por previsible deja de ser disfrutable. El asturiano, en esta gira, ha sabido sacarle partido a sus mejores canciones con grandes arreglos de su banda y un coro que dota de magnanimidad a esos temas. «Ciudad Vampira» o «Ser Árbol», dos de sus canciones más reconocibles, suenan particularmente bien con esta elaborada puesta en escena. Y por extraño que parezca, a esa habilidad que tiene Nacho Vegas de atraparte y no querer dejar de escuchar le añade diversión y palmas. La rara avis de la canción protesta.

«El hombre que casi conoció a Michi Panero» cierra el concierto en lo más alto con una de esas canciones que con coro, juego de luces y emoción son más, y que te hace salir de la sala silbando esa melodía que no para de subir. Nacho Vegas sabe cómo se hace esto. Pero Nacho Vegas con amigos, te hace tomar nota y paladear lo que es el amor sublime.